viernes, 5 de mayo de 2017

Ayer, Mañana y Hoy . .


Hay dos días en cada semana que no deben preocuparnos . . . dos días que no deben causarnos ni tormentos, ni miedo.

Uno es ayer con sus errores e inquietudes . . . con sus flaquezas y desvíos . . . con sus penas y tribulaciones . . . Ayer se marchó para siempre y está ya fuera de nuestro alcance.
Ni siquiera el poder de todo el oro del mundo podría devolvernos el ayer . . . No podremos deshacer ninguna de las cosas que ayer hicimos; no podremos borrar ni una sola palabra de las que ayer dijimos.
Ayer se marchó para no volver.
El otro día que no debe preocuparnos es el mañana . . . con sus posibles adversidades, dificultades y vicisitudes, con sus halagadoras promesas o lúgubres decepciones . . . Mañana está fuera de nuestro alcance inmediato.
Mañana saldrá el sol, ya para resplandecer en un cielo nítido o para esconderse tras densas nubes, pero saldrá . . . Hasta que no salga, no podemos disponer de mañana, porque todavía mañana está por nacer.
Sólo nos resta un día, hoy . . . Cualquier persona puede confrontar las refriegas de un solo día y mantenerse en paz . . . Cuándo agregamos la cargas de esas dos eternidades . . . ayer y mañana, es cuándo caemos en la brega y nos inquietamos.
No son las cosas de hoy las que nos vuelven locos. Lo que nos enloquece y nos lanza al abismo es el remordimiento o la amargura por algo que aconteció ayer y el miedo por lo que sucederá mañana.
De suerte nos conformaremos con vivir un solo día a la vez . . . para mantenernos saludables y felices.

Robert I. Burdette

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